Este 2020 vino a mover muchas cosas; de repente el mundo se paró, y con él el ruido se tomó unas vacaciones. Ya no había que correr al trabajo, correr a la casa, correr a la escuela, correr a todos lados, lo más lejos de uno.
El silencio llegó. Estando o no estando listos, llegó.
Y qué difícil es estar en silencio, porque no es solo auditivo, sino en todos los sentidos, haciendo que lo veamos como algo aburrido, insignificante, innecesario, o terrorífico.
Ya que no solo se trata del silencio externo, sino también del interno.
Ese al que rara vez le ponemos atención porque siempre hay un sinfín de cosas por hacer antes de hacerle caso, o porque nos da miedo ver lo que hemos aventado a nuestros sótanos personales.
Pero ahí espera, siempre paciente sin prisa, esperando el momento oportuno para aparecer y enseñarnos tanto sobre nosotros.
Si lo vemos como una enseñanza, nos permite cambiar conceptos, comportamientos, manera de relacionarnos con los otros y con uno mismo; invitándonos, por no decir, arrojándonos, a estar contacto con nuestro ser de la manera más atenta y compasiva.
¿Cuándo fue la última vez que te tomaste un café contigo mismo?
Ese espacio tan íntimo te puede ayudar a:
- Relajar tu mente y cuerpo.
- Aumentar tu concentración.
- Manejar el estrés.
- Conocerte mejor.
- Identificar las cosas importantes para ti.
Tómate un tiempo para estar en silencio. Sin juicio; más bien con curiosidad. Y pregúntate, ¿qué te quiere enseñar el silencio? ¿Cómo experimentas tu propia compañía en silencio?
Deja tus comentarios abajo. Siempre es lindo leerte.